Sunday, March 15, 2009

Quimera

¿Quién soy? Esta es la pregunta que me motivó a escribir este bloc y hacerlo público hace exactamente ahora dos años, en marzo de 2007. Durante estos años he escrito muchas barbaridades, aunque también muchos escritos llenos de la sabiduría a la que puede optar un chico de pueblo, isleño, y que rozaba el fin de la adolescencia y la llegada a los 20 años.

A pesar de que cuánto más avanzo en el tiempo y en las experiencias más me doy cuenta de que todo es mentira (fin del paraíso infantil en el que vivimos dentro de una nube narcisista e imaginamos y creamos conspiraciones y paranoias), más amor y respeto siento hacia la humanidad. Quizás en momentos catastrofistas como el declive mundial en el que nos situamos ahora (y quizás algún estudiante de historia en 2032 pueda describir el 2009, el 2010 o el 2012, lo que sea, como un año de grandes cambios) me ayuden a situarme más en una perspectiva colectiva que esa tediosa sensación de abandonamiento que he ido describiendo durante años en este bloc, hogar de la fatidia y de la disyunción psicológica (todas mis dudas, mis afirmaciones, siempre iban en trechos separados, lo que hacía de mi personalidad una quimera).

No lo sé, tal vez por eso esté aquí, confesándome ante vosotros o ante ustedes, de mis alucinaciones, de mis paranoias, de aquellos pensamientos presa de una dictadura del miedo o de la angustia kierkegaardiana (pásense por aquél estrambótico análisis de Mulholland Drive), aunque también, de entre mis ideas atropelladas y paranoicas, quizás los lectores puedan sacar un buen grapado de ideas o de sensaciones que de ninguna otra manera podrían obtener. Quizás es esa mi esperanza.

Una quimera, eso es, fue el adjetivo que me describe perfectamente. Quizás la sensación de no saber dónde encajar, de dónde tener que andar, buscar contestación a mi pregunta de querer saber quién puede guiarme, o de caminar teniendo la sensación de no llegar a ningún lado. Como Pegaso, un caballo con alas, que parece correr en el aire, hijo de la sangre derramada por la decapitación de la gorgona Medusa, la que podría convertir en piedra a aquellos que mirasen a sus hijos.

Quizás soy uno de los tantos jóvenes de mi mal llamada generación "Y" (paso de todo) y me paso todo el día en el sofá de cada zappeando y muriéndome del asco. Pero no, para eso busqué consuelo en la Filosofía, para obtener respuestas que, de ninguna otra forma, podría llegar a obtener. Tal vez fue ése el nacimiento de la Filosofía, de fantasmagorías y espectros ancestrales, fruto de la máxima libertad de la contemplación, y de entre quimeras y espejismos tratar de investigar y teorizar lo que llegamos a ver o descifrar en las sombras.

Porque, si como dice Poe, "todo lo que vemos desfilar ante nuestros ojos no es más que un sueño, un sueño dentro de otro sueño", simplemente somos figuras fantasmales, sin materia, ni cuerpo, ni siquiera nuestro propio pensamiento, somos pensados, marionetas de algún ente superior. Los más macabros lo asociarán al capitalismo, aunque yo prefiero asociarlo como los griegos, a Zeus. ¿Pero con el deismo se soluciona el problema de la búsqueda de una dirección a la que seguir? NO.

Estamos condenados a ser nosotros mismos. Pues, como decía Kierkegaard, es en nuestra ontología, nuestro pequeño índice "topográfico" de deseos, en donde se encuentra el auténtico guía de nuestras vidas. Pero, aunque así fuere, ¿qué pasa si nos son anulados los deseos y los sueños? ¿volvemos a la quimera? ¿es el miedo, el terror, la melancolía, la sensación de vacío, el único guía de nuestra auténtica libertad? ¿qué es mejor, la carga o la ausencia de mal?, citando al gran Milan Kundera en "La insoportable levedad del ser": La carga más pesada es por lo tanto, a la vez, la imagen de la más intensa plenitud de la vida. Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será. Por el contrario, la ausencia absoluta de carga hace que el hombre se vuelva más ligero que el aire, vuele hacia lo alto, se distancie de la tierra, de su ser terreno, que sea real sólo a medias y sus movimientos sean tan libres como insignificantes.

Paralelamente al texto de Kundera, cabe recordar el mito del auriga y el carro alado, como Pegado, la bondad y la verdad nos alzan más hacia la eternidad del alma indestructible, pero la maldad y la codicia, nos arrastran a lo terrenal. Pero, ¿con este clímax actual, de cataclismos económicos, se puede ser bondadoso a la par que sufriendo desgarradoramente?

Ante una tormenta como la actual, es mejor utilizar nuestra sonrisa como paraguas. Pero, ¿qué pasa si perdí mis labios? Viéndome al espejo no logro encontrarlos, ¿dónde están? Si mi persona es sólo un collage de diversas otras personas, qué carajo de identidad voy a tener... Como dice un anónimo, "de la piel para adentro empieza mi jurisdicción", así pues, voy a volver con mi maratón de poemas de Baudelaire...

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